A la niña pelirroja del parque que me preguntó por mi hija con síndrome de Down

Red

Por: Michelle Odland

Te vi con esas coletas pelirrojas y rizadas, la cara llena de pecas y un vestido amarillo empapado. Te vi observando a mi hija. Te vi sentada a su lado no demasiado cerca, pero sí lo suficiente para contemplar su cara de concentración mientras veía cómo los cubos se llenaban de agua y después se vaciaban. La mayoría de los niños estarían allí de pie bajo el agua. A la mía, le gusta observarlo a cierta distancia. Vi que le sonreíste y después te vi levantar la mirada hacia mí.

Caminaste tiritando hasta donde me encontraba y me regalaste una sonrisa  a la que le faltaban varios dientes centrales. Te devolví la sonrisa, te sentaste a mi lado y volviste a mirar a mi hija. Fue en ese momento cuando me puse en guardia como madre.

Mi hija tiene síndrome de Down. No habla y quizá se encuentre dentro del  espectro autista. No sabe cómo relacionarse con otros niños. A veces, incluso no le importa simplemente observar a los otros. Algunos niños se dan cuenta y hacen como si nada, otros preguntan.

¿Qué le pasa?

¿Por qué no habla?

¿Por qué es tan mala? (si aparta de un empujón a alguien que está demasiado cerca de ella).

¿Por qué grita?

Como su familia, estamos ya acostumbrados a este tipo de comportamientos. Los niños con los que ha ido al colegio durante los últimos años conocen lo peculiar que es, pero los nuevos rara vez aceptan a una niña con necesidades especiales. Sobre todo, si tiene nueve años y no habla.

Así que me preparé cuando me miraste.

«¿Es esa tu hija?», me preguntaste.

Respondí que sí.

«¿Cómo se llama?»

Y con esa respuesta te levantaste del banco y volviste a sentarte junto a ella.

«¡Hola!», dijiste alegremente, dejándote caer en el cemento justo a su lado. Ella te miró y, en vez de gritar, te sonrió. La rodeaste con un brazo y te reíste al tiempo que el cubo de agua se vaciaba. Mi hija miró tu brazo y yo me levanté, esperando que se pusiera a gritar y te apartara a empujones. Ya ves, por lo general, no le gusta que la toquen.

Pero mi hija, al igual que yo, percibió tu belleza y, en lugar de gritar «¡no!», hizo algo increíble. Se inclinó, te abrazó y también se rió. Después volvió a sentarse. Estabas demasiado lejos de mí para oír vuestra conversación, pero te vi hablándole a mi niña, sin importarte si ella te respondía o no. Vi cómo las dos reían. Vi cómo te tocaba el pelo pelirrojo y sonreía.

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Mi hija en la zona acuática infantil.

Cuando te llamó tu madre, te acercaste envuelta en una bonita manta hecha a mano hasta donde me encontraba. Te sonreí de nuevo, pues seguía sin palabras. En vez de mostrarte mi agradecimiento, fuiste tú la que me diste las gracias mientras te castañeaban los dientes. «¡Me lo he pasado genial jugando con tu hija!¡Que tengas un buen día!», dijiste justo al salir corriendo para reunirte con tu madre.

Siento no haber podido darte las gracias en ese momento, pero, ya ves, rara vez veo a mi hija con amigos. Ese día nos hiciste el regalo más bonito. Nos regalaste un día de hacer amigos y reírnos. Siempre estaré agradecida por eso y espero volver a ver tus coletas pelirrojas y rizadas de nuevo. La próxima vez me aseguraré de darte las gracias.

 

Artículo  tomado de The Mighty , titulo en inglés:  To the Red Haired Girl at the Splash Pad Who Asked About My Daughter With Down Syndrome

Traducción al español dentro del proyecto PerMondo para la traducción gratuita de páginas web y documentos para ONG y asociaciones sin ánimo de lucro. Proyecto dirigido por Mondo Agit. Traductora: Sara Holgado Díaz ; Revisor: Javier Cerro Sandoval